Yo era una principiante en toda regla: llevaba solo 2 años tocando la Nyckelharpa y en esa época andaba buscándome a mí misma. Estudiaba violín en el conservatorio de Getafe y los fines de semana me lanzaba a las calles de Toledo con ese instrumento sueco sofisticado y un carrito amarillo. Estudiaba las sonatas de Bach en unas partituras desgastadas por el uso, danzas medievales en un librito, y todo aquello que iba cayendo en mis manos para hacer mía a ese harapo antigua traída de Suecia. Vivía de forma bohemia muy cerca de la judería, donde me fui construyendo a mí misma, y por aquel entonces no tenía ni idea de lo que significaba hacer un disco, pero era intrépida y valiente, como siempre lo he sido. Así me lancé al abismo ante propuesta irresistible de Carlos Beceiro: Ana ¿Quieres que te produzca un disco?
Escucha ‘Viola de Teclas’: https://spoti.fi/3wP1L91
Aún no conducía y mis viajes al estudio de grabación eran pequeñas odiseas: tardaba más de 2 horas en llegar hasta la sierra de Madrid. Las sesiones en el estudio ‘La Colmena’ con mi querido Luis Lozano eran productivas y acogedoras, y yo me quería quedar ahí entre sus alfombras, historias, aprendizajes y la compañía de su encantadora perrita bóxer.
El disco arrancaba una melodía mítica, que me indicó con sutileza el camino hacia lo sefardí. Y es que cuando sonaba ‘los bilbilicos’ nadie pensaba que ese instrumento provenía de bosques suecos de abetos y abedules. Rabeladas, danzas españolas, una recercada, una bulería, un baile corrido, lamentos sefardíes, un guiño al cancionero de Upsala y estas polskas suecas que culminan con unas seguidillas de Olmeda. Todos un crossover norte-sur y ¡nada para aburrirse! Podría parecer un collage de sonidos, un crisol de influencias… la conexión: yo misma, en mi eterno debate sobre si es legitimo tocar musica ibérica con un instrumento sueco, o (visto desde otro ángulo) si como española puedo tocar bien polskas suecas.
Tener un disco propio supuso un antes y un después en mi vida: una gran puerta se abrió. Arriesgarme y enfrentarme a mis miedos me llevó a conquistar algo totalmente nuevo y gracias a las ventas de ‘Viola de Teclas’ pude pagarme la carrera de musica en Suecia, y todos mis viajes a Malmö durante ese tres años mientras mantenía mi pequeño apartamento en la judería de Toledo. Así también fue como se esbozó el camino que me ha llevado hasta donde estoy hoy.
Más de 15 años después y con 5 álbumes más, puedo decir que hacer cada uno de ellos ha significado abrir la puerta de un capítulo mágico: Aventuras, desafíos, retos, dudas, enfrentamientos del ego, vértigos y ensanchamientos del corazón. Que es grabar un disco? Enfrentarme a mis demonios. Auto regalarme, expandirme y plasmarme sabiendo que ese viaje transitorio es digno de ser compartido y de acarrear un punto y final.
Cuando decides tocar o compartir arte con alguien, siempre se da una especie de romance, un enamoramiento artístico que se traduce en forma de admiración y respeto. Esto no tiene nada que ver con el sexo ni con la edad, y yo diría que es un ingrediente fundamental para que haya chispa en lo que haces. Si a eso le sumas la adrenalina, la intimidad emocional compartida en el escenario, y todas las experiencias vividas (buenas y malas), hacen que cuando se rompe esa relación se cree un vacío emocional, a veces difícil de superar.
Las separaciones artísticas son muy parecidas a las rupturas de pareja, ¡dejan heridas y secuelas!
Mira aquí un video de mi reencuentro con Carlos Beceiro: